El paisaje se construye desde adentro.

Aline Petterson

miércoles, 11 de noviembre de 2015

Compromiso

Tal vez la palabra perfecta para definir esta mañana, entender que nos arrastra a que orillas, que impulsos nos llevan hacia ciertos caminos, que razones nos detienen. Admitir que podemos tener toda una década de equivocación, solo por no saber entregarse y comprometerse con las propias decisiones, una bomba, eso somos, una célula viva y anhelante lista para empezar.

lunes, 12 de octubre de 2015

La mirada intrusa



Se la encontró una mañana junto al estante de alimentos orgánicos, no le prestó atención, siguió su paso ligero. Sin embargo, ella aterrizo sobre su rostro, recorrió sin reparos su cuerpo, mientras se alejaba a la caja de cobro. Después de aquel día, la veía por todos lados. De paso a su trabajo, de regreso del gimnasio, por las noches al pasear el perro. Incluso el domingo en la misa de seis; ahí estaba, ansiosa e insistente, siguiendo sus movimientos mientras se persignaba en el último rezo. Para entonces ya de vez en vez, pensaba en ella, le intrigaba su insistencia y la aparente casualidad de su presencia.

Al principio pensó que era alguien que la confundía con otra persona, pero algo en la manera de mirarla la hizo descartar esa idea. Entonces empezó a memorizar sus colores, el brillo de sus ojos cambiantes según el horario. Las sombras en ellos, esas sensaciones ocultas en sus formas, a veces de dolor, a veces de hastío. Hasta que se descubrió enamorada de la profundidad de sus cuencas. Ahora solo la esperaba con afán, por las mañanas en la espera del microbús, en las noches cuando caminaba por las calles desiertas. Ahí estaba, desconsolada esperando a ser cruce, esperando a ser entrega.

Lo que la chica no sabía es que aquella mirada era errante. Nunca se quedaba en el mismo lugar, siempre buscaba algo más, algo que tenía que hallar pero no sabía dónde. Las primeras veces buscó entre los estantes de las tiendas, luego se refugió en las páginas de muchos libros. Al final, cansada de buscar entre tantas letras, volteo hacia la calle y algo en los ojos de una niña le llamo la atención, pensó que había hallado lo que tanto buscaba. Después comprobó que no, no estaba en aquellos ojos, ni en ninguno más. Así inició su recorrido, la misma búsqueda insistente de antes, de siempre. A veces, cuando descubría ese rasgo inquietante en alguien, hurgaba con insistencia hasta extasiarse o cansarse y después vagar, otra vez entre otros rostros hasta encontrar uno nuevo.


Una tarde, como cualquier otra de aquella ciudad del trópico; calurosa, húmeda, con la brisa recorriendo las calles del antiguo centro. Aquella chica ya ilusionada, se la encontró de nuevo mientras regresaba del trabajo. Un encuentro torpe pues no alcanzo a aterrizar más allá de sus ojos y ella se desvió indiferente. La chica, enmudeció sin saber que decir ni hacer, dejando pasar para siempre el momento. La mirada volvió a vagar, cansada y sin esperanzas sobre más rostros desconocidos. Se dio cuenta que ya ninguno le complacía y llegó a la conclusión que lo que buscaba tampoco estaba en esos rostros. Anclo su desesperación en el paisaje, el resplandor del sol reflejado en los escaparates de las tiendas, una sonrisa juguetona en el parque; llegó hasta la playa, en el destello del sol sobre las olas. Entonces posó sus deseos ansiosos en el vuelo de una cigüeña americana y siguió su vuelo sobre el horizonte hasta desaparecer junto con los últimos rayos del sol.

lunes, 5 de octubre de 2015

Una casa



En sus paredes olvidadas parte de ti, tus ríos, el fantasma del niño que fuiste, que aun eres en los espacios cerrados, ajenos al mundo pero llenos de ti. Somos dos silencios convergiendo en alguna calle. ¿Qué calles son desconocidas para ti? ¿Alguna sin el recuerdo de tu paso? ¿Una sola donde no descubra tu ausencia? Coincidimos en distintos tiempos, yo llegué y tú habías estado. Fuimos esas líneas que se cruzan y siguen en su trayecto. Hoy seguimos siendo líneas con encuentros fortuitos, de miradas unidas por breves instantes. Después, después la lejanía silenciosa en calles antiguas de ciudades distintas. Una casa tiene tu nombre en las paredes roídas, yo la observo y siento que te extraño desde hace mucho tiempo.  

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Un oasis




En el medio, un ojo agua emerge, fluye, un manantial para aliviar a los seres errantes como tú. Les llaman Petenes, son como un oasis, solo que alrededor no hay arena, es agua salobre, marisma y manglares. Si caminas entre los árboles, puedes escuchar el viento sobre las ramas, es como una ola, una suave caricia que circula a tu alrededor, un lento respirar. A veces también escuchas el paso de una tropa de monos entre los árboles, el grito agudo del halcón, los ojos sigilosos del cocodrilo, el chillido de un puerco de monte y el estruendo de un disparo ahuyentando a las aves.

miércoles, 15 de julio de 2015

El joven de las manos inquietas


Nació en los primeros días de lluvia, no pasaban las 10:00 de la noche, entonces un rayo atravesó la cabaña en el preciso momento en que su madre lo paría. Cuando la comadrona lo tomó entre su brazos para limpiarlo, el bebe agarró uno de sus dedos y lo sujetó con tal fuerza, que la comadrona tuvo que llamar a su ayudante para no lastimar sus pequeños dedos. Desde el primer día de su vida reconoció el mundo a través de sus manos. Eran sumamente inquietas, sujetaban perfectamente el pecho de la madre, tocaban y tiraban objetos como si el conocimiento se absorbiera a través del tacto. Y lo absorbía todo, al año ya tomaba con cuidado la cuchara y empezó a garabatear sus primeros trazos. El día de su cumpleaños número dos en un acto de ensimismamiento convulsivo el pequeño dibujó de manera impecable el primer regalo que le hicieron: un carrito volquetero. En ese mismo año descubrió como tallar madera, para susto de la madre al descubrirlo, cogió una navaja y empezó a darle forma. Primero fue la silueta, un esbozo de lo que sería, con los días detallo las patas, las garras, la cabeza, terminó con un par de ojos grandes y fijos. Al final, fue la copia fiel de su gato blanco y bizco que lo seguía por doquier.
Así, el niño se convirtió en joven, a su paso dejó incontables historias de su increíble prodigiosidad con las manos. Pues sus manos amaban, amaban con ansía y sin reparo toda superficie. No obstante pese a esas manos sabias, aquel chico solo vivía para descubrir el mundo a través de ellas, rara vez se fijaba en las personas, su atención siempre iba pues a las sensaciones que experimentaba. Ávido de experiencias nuevas, no solo aprendió a pintar y a esculpir madera, barro o metal; también aprendió a tocar la guitarra, luego el violoncelo, el violín y la trompeta. Y hubiese seguido a más, si no fuera porque se apasionó con el sonido de la guitarra eléctrica.

Aquella mañana de su cumpleaños número 14 cuando entró a la tienda de instrumentos musicales, la vio. Estaba en el exhibidor, blanca como una virgen, brillante. No dudo ni un segundo de tomarla entre sus manos y llevársela a sus dominios. Ese mismo día al atardecer, el barrio se llenó de un sonido agudo y melódico, mientras él se elevaba cada vez a lugares que jamás pensó sentir. Desde entonces paso cada cumpleaños tocando esa guitarra mágica, de vez en cuando iniciaba una experiencia nueva, tallando  alguna madera o pintando el brillo de las olas al atardecer, las sombras de la selva al atardecer, el vuelo precoz de algún pájaro. Muchos lo llamaron raro por ser solitario, pocos veían el brillo de locura en sus ojos, llamado pasión y casi nadie aquella dulzura en su mirada cuando trabajaba en algunas de sus obras o cuando en alguna noche lluviosa y de relámpagos, reescribía en el cuerpo de su mujer la poesía del corazón.

jueves, 9 de abril de 2015

Causalidad

"Ni el amor, ni los encuentros verdaderos, ni siquiera los profundos desencuentros, son obra de las casualidades sino que nos están misteriosamente reservados. ¡Cuántas veces en la vida me ha sorprendido cómo, entre las multitudes de personas que existen en el mundo, nos cruzamos con aquellas que, de alguna manera, poseían las tablas de nuestro destino, como si hubiéramos pertenecido a una misma organización secreta, o a los capítulos de un mismo libro! Nunca supe si se los reconoce porque ya se los buscaba, o se los buscaba porque ya bordeaban los aledaños de nuestro destino."


Ernesto Sabato

viernes, 20 de marzo de 2015

El abrazo más grande del mundo




El amanecer lo sorprendió cuando terminaba de darle forma a las alas. Dejó el querubín sobre la mesa y tomó un trago del café de olla que le dejó Mariana. Tomó sus cosas y salió de su casa, el valle estaba cubierto por un manto blanco, esta será una jornada larga –pensó-. El camino al pueblo es por senderos empedrados, llenos de polvo. No hay otro modo, la tierra no da para mucho. Pero tiene el barro negro y sus manos que aún lo pueden moldear. Al finalizar el día no había conseguido más que para la comida del día siguiente. Su regreso a casa no fue menos pesado que el de ida; sobre si, traía la pesadumbre de la pobreza; ese día a día desquiciante que se repite como una historia sin fin. Al abrir la puerta de su casa, ya la pequeña Anayeli lo esperaba, una sonrisa enorme en los labios, sus grandes ojos negros y sus brazos extendidos. Él respondió a su gesto con un gran abrazo. Entonces la oscuridad desapareció, fue un pequeño sol en medio de la noche.

viernes, 20 de febrero de 2015

La cuerda floja





Antes de empezar vio el vacío después de sus pies, alzó la mirada y fijó su mente en un punto. Siempre era el mismo: aquel tubo negro, firme, que esperaba desde el otro lado. Un paso, luego otro. Sin tambalear avanzó hasta el centro, con la mirada al frente puesta en aquel punto. De pronto alguien subió por las escaleras pegadas a la carpa, caminó por el puente hasta el sitio donde él debía llegar. Traía puesta una capa negra con dorado en los bordes, no podía ver el rostro. Ya no tenía la mira fija en el punto, sus pasos se tornaron imprecisos, tuvo que parar porque estuvo a punto de perder el equilibrio. Trato de serenarse, cerró los ojos por unos minutos, los volvió a abrir. Su punto fijo estaba cubierto por la silueta de alguien; alguien a quien no podía ver. Dio otro paso, la seguridad que antes tenía había desaparecido. Bajó la mirada, el vacío lo abrazó, quiso dar otro paso y la cuerda se movió. Quedó con el pie al aire, a duras penas pudo recuperar el equilibrio, faltaban pocos pasos, sólo necesitaba recuperarlo. El punto fijo había desaparecido, ahora miraba la oscuridad que cubría aquel rostro ¿Quién era? ¿Qué hacía ahí? Estaba lleno de preguntas, dio otro paso tampoco atinó. No podía concentrarse para recuperar el equilibrio, entonces su cuerpo cedió…el peso, la gravedad, el vacío. Los rostros  perplejos del público y esa sensación indescriptible en el vientre antes de caer…



martes, 3 de febrero de 2015

miércoles, 28 de enero de 2015

Entre mitos, canciones y una poesía viva...


"Con lo mitos no hay que andar con prisa; es mejor dejar que se depositen en la memoria, detenerse a meditar en cada detalle, razonar sobre lo que nos dicen sin salir de su lenguaje de imágenes".

Italo Calvino



Radio Kaos, un grupo que solía escuchar en una grabadora de cassettes cuando cursaba la prepa y me sentía una "botas negras" también, gracias a las bendiciones de la tecnología los he vuelto a encontrar. Dejo aquí esta canción que en lo particular me deja una gran sonrisa.


Y para finalizar, recordando a mi querido José Emilio Pacheco...


MAR ETERNO

Digamos que no tiene comienzo el mar
Empieza donde lo hallas por vez primera
y te sale al encuentro por todas partes



miércoles, 14 de enero de 2015

Haikus a la intemperie

Imagen tomada de la web


Eres la tarde
El reflejo sobre el mar
Un beso al vuelo


Fue la mañana
Un resplandor en la piel
Eran tus ojos


Y en el silenco
Una voz se desliza
Sobre tu cuerpo


Desde la ciudad
Nace un canto nocturno,
Las aves vuelven

Eres música
destellos de libertad
Una sonrisa