El paisaje se construye desde adentro.

Aline Petterson

sábado, 22 de abril de 2017

Un mundo con muchos mundos



 "Estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo". 

Evelyn Beatrice Hall


Vivimos en un mundo con una variedad de especies de plantas, árboles, animales, suelos, climas,  un mundo con muchos mundos, en el cual la diversidad es una característica de la naturaleza y por lo tanto del ser humano. No solo se expresa en nuestro aspecto físico, pues no existe ninguna persona exactamente igual a otra, sino en nuestras culturas, tradiciones y creencias. 

El hombre antes de un ser social es un individuo, con pensamientos propios y decisiones, que influenciadas o no, también son propias. Sin embargo, tenemos esa tendencia de querer homogeneizarlo todo, como si la diversidad fuera algo malo o peligroso, como cuando aplastamos un insecto que se atraviesa en nuestro camino porque tenemos miedo a que nos pique. Una acción que tal vez esté influenciada porque el otro con sus características partículares y diferentes, es un reflejo de un temor ancestral, lo desconocido.

En nuestra sociedad ese temor adquiere distintos rostros, uno de ellos es la intolerancia. Una intolerancia al color de nuestra piel, a la ropa que usamos o el apellido que llevamos, intolerancia a nuestras creencias, intolerancia a la diversidad.

En un planeta donde la diversidad es sinónimo de vida, el problema con el cual nos enfrentamos los seres humanos no son nuestras diferencias o nuestras creencias, es que no respetamos esas diferencias. Olvidamos el derecho que tenemos como individuos a ser diferentes y creer lo que es mejor para nosotros. Olvidamos respetar el derecho del otro y en ese olvido somos víctimas de quien se escuda tras una fe y con ansías de poder mata lo mejor que tenemos en este planeta: la diversidad. 


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